Los autores
van a la escuela
María Beatriz Jouvé
María Beatriz Jouvé nació el 6 de setiembre de 1963 en
Carcarañá, provincia de Santa Fe. Desde los 19 años vive en Rosario, donde
realizó sus estudios de Profesora de Enseñanza Primaria. En 1987 comenzó su
trabajo como maestra en distintas escuelas públicas de la ciudad, y desde junio
de 2006 accedió a la vicedirección en la Escuela
N º 150 “Cristóbal Colón”. En 2000 obtuvo su título de
Profesora de Ciencias de la
Educación en la
Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional
de Rosario. En 2004 presentó su tesis de licenciatura “Los jóvenes en
contextos de pobreza y el vínculo con la escolaridad. Representaciones y
significados de los actores. Un estudio de caso”. Colaboró con
publicaciones de AMSAFE Rosario –sindicato de docentes públicos- y desde 2007 tuvo
a su cargo la columna Urgente escuela en el programa radial “La
mañana de la TL ”,
conducido por Carlos del Frade y Oscar Ainsuain. Su primer libro publicado fue Crónicas
desde la escuela (2008); lo siguió ¿Se nace o se hace? Crónicas de una
maestra (2009); ambos editados por Ciudad Gótica. También participó en el
libro de autoría colectiva Cine y trabajo (2009). Asimismo publicó,
junto a Graciela María Costa y Beatriz Elena Argiroffo, Santa Fe, mi
provincia (2011, Editorial Tinta Fresca).
¿Amores
perros?
Publicado en Crónicas desde la Escuela.
Amor de perro. Y no es poca cosa. Pienso que en este
lugar chiquito se establecen verdaderos lazos perrunos.
Ocho horas. Día de lluvia. ¿Llego tarde? Los chicos están
adentro. Afuera, están los perros.
Tres perros mojados, uno de ellos lastimado, todos son
flacos y de mirada triste.
Los perros están apostados, custodiando, esperando que
sus dueños salgan… Ellos ahora están resignados.. Por no siempre fue así… Hubo
un tiempo…
Hubo un tiempo de resistencias, en el que no se
resignaban. Verdaderas luchas que se establecían entre los perros, los docentes
y los porteros. ¿Quién ganaba? Eran épocas de combate, donde se medía palmo a
palmo la astucia, la rapidez, el ingenio. En esa época ellos entraban y se
instalaban en los salones, en el pasillo, en el patio, en donde fuera.
Un caso paradigmático fue el de “El Negro”, quien llegó a
protagonizar el copamiento de la dirección durante media hora. Entró durante el
izamiento de la bandera. Silencioso, valiente, sigiloso. Nadie pudo verlo. Se
metió debajo del escritorio de la vicedirectora que, al no verlo, comenzó a
realizar su rutina de papeleo diario: registros, planilla de comedor, planilla
de copa de leche, planilla de novedades, planillas de planillas.
Pasados treinta minutos su olor a pelo mojado lo delató.
Un aroma espeso, a humedad de muchos días, a poco baño, empezó a flotar por el
ambiente.
Y entonces… la inteligencia humana pudo más. Nuestra
docente estableció las conexiones lógicas entre el olor y los posibles
portadores del mismo y en seguida realizó su inferencia: ¡un perro!
Gritos, corridas, forcejeos, batallones de escobas lo
apuntaban. Finalmente, acorralado y rendido, salió. Pero en su dolor se veía la
mirada digna de los que han luchado. ¿Quién te quita lo bailado, Negro? No
cualquiera logra mantener su posición durante treinta minutos en una Dirección.
Los niños miraban el hecho, expectantes. Al verlo
derrotado, guardaron su dolor en el bolsillo por temor a futuras represalias y
volvieron a sus salones a continuar con sus procesos de aprendizaje: números,
cuentas, narraciones, descripciones.
Ese fue el día de la derrota.
Desde ese día, esperan afuera, aunque no muy convencidos.
Saben que en cualquier momento se producirá otro vacío por el que poder
filtrarse, y esta vez sí, resistir hasta el final.
Manifiesto Yoico
Publicado en Crónicas desde la Escuela.
Yo, la sacrificada.
Yo, la abnegada.
Yo, apóstol laica.
Yo, madre y maestra.
Yo: la planchadora
la cocinera
la acunadora
la cuidadora.
Yo, esa misma yo,
muto y me permuto
deseante y discente,
impredecible y rebelde.
Yo, esa misma yo,
maestra y madre
me asombro y me regocijo
mientras devengo mujer.
Que me quemen en la hoguera
las viejas del barrio,
y los machistas del mundo unidos,
porque yo, esa misma yo,
decido en el ejercicio pleno de mis facultades mentales
asaltar los cielos de mi propio deseo.
Los pibes piojitos
Publicado en ¿Se nace o se hace? Crónicas de una maestra.
Los insistidotes de catorce, cursando el quinto grado.
Los guapos de gorrita desafiantes del mundo, trayendo
carpetas prolijas, pidiendo fibras para pintar dibujos a la espera de un: ¡muy
bien te felicito!
Los escritores de palabras pegadas, lúcidos a la hora de
comprender los relatos de las madres de la plaza.
Las escritoras de cuentos con finales donde todos se
casan y tienen muchos hijos.
Los escritores de cuentos donde hay robos, asaltos,
persecuciones, tiros y muertes.
Los narradores del otro mundo, invitando a leer entre
líneas en sus palabras y en sus miradas.
Las yo quiero ser doctora, maestra jardinera,
veterinaria, empleada en Mc Donald y tener una familia.
Los soñadores de futuros lejanos.
Los soñadores de futuros cortitos.
Los que no soñaron nunca.
Los desafiantes y contestadores, portadores de la ley de
la supervivencia.
Los no me joda porque llamo a mi hermano y ya va a ver lo
que le pasa.
Las hacedoras de tarjetitas: ¡yo la quiero tanto
señorita!
Los regaladores de flores robadas en el jardín del
vecino.
Los de asistencia perfecta, envidia de Sarmiento,
llegando mojados los días de lluvia.
Los un día sí, y cuatro no, inventores de la semana de un
día.
Los turno tarde porque a la mañana hay que recuperar el
sueño de la noche en carro.
Las contra viento y marea, aprendiendo maravillosamente.
Los “yo vengo a la escuela para ser alguien en la vida”.
Los alcanzados por las balas impunes en una esquina.
Los bellos y luminosos apagados a los dieciocho.
Las de catorce, con sus pequeños hijos transformándome
por un rato en abuela.
Los “yo voy a seguir la secundaria”.
Los que deambulan por todos los salones.
Los sacadores de quicio.
Las de la trenza perfecta y el guardapolvo limpio.
Las del pelo sin shampoo ni crema enjuague.
Los sufridores permanentes de dolor de muelas, buscadores
de consuelo en la mano de la maestra.
Los sufridores de dolores de panza, de guiso tras guiso
en el comedor de la escuela.
Los que no esperan para ir al baño, inundando salones de
gases extraños.
Los cuánto falta para la leche.
Los me da otra factura para llevarle a mi hermanita.
Los me escondo la fruta en el bolsillo, mientras no me ve
la del comedor.
Los dueños de perros innumerables.
Los que gritan, pegan y patean.
Las que no hablan nunca y se sientan al final del salón.
Las que cuestionan e interpelan.
Las bailadoras de cumbia.
Los sultanes del ritmo.
Las que se disfrazan en los actos escolares.
Las que recitan poesías de memoria.
Los que no escuchan y silban cuando sale la bandera.
Los que forman filas.
Los que empujan en la fila.
Los que todavía están adentro de la escuela.
Los que se fueron, y parece que se los hubiera tragado la
tierra.
Relámpagos
de
azules vibraciones
Publicado el abril 9 de 2007 en Poesía en
Marcha, a raíz del asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba.
Llueve. Llueve. Llueve.
Llueve del cielo y llueve del alma.
Yo, umbrío por la pena, casi bruno.
Quiero ser Miguel Hernández e inundar la tierra con
palabras.
Quiero ser Miguel Hernández y escribir la elegía
de Carlos Fuentealba.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
No es efecto del alcohol ni del llanto.
No es producto de mi noche insomne.
No alucino. No deliro.
Sé que no son violines, ni flautas, ni panderos,
no son abejorros ni tormentas de guitarras.
Pero juro y aseguro.
Digo y afirmo
Asevero y sostengo
que a mi teléfono llegan relámpagos de azules
vibraciones
que gritan con bronca y dolor:
Las tizas no se manchan de sangre.
Hoy todos somos Carlos Fuentealba.
¡Avisa a todos los compañeros pronto!
El horror
nos deja
sin palabras
Texto publicado el 21 de julio de 2009, tras el asesinato
de la docente Alejandra Isabel Cugno, residente en San Jorge y directora de una
escuela en Cañada Rosquín, provincia de Santa Fe. Alejandra fue asesinada por
un hombre que ella levantó mientras hacía dedo en la ruta.
Ahogadas.
Las imágenes no pueden ser procesadas. La espera, por supuesto, vana.
Lo siniestro chapotea en el barro espeso de las palabras que no atinan a ser
grito. Agujas, vidrios, alambres retorcidos, nudos, no hay palabra, no hay
metáfora posible para nombrar lo macabro. No. No se puede. Silencio de muerte.
Y un solo rostro, una sola sonrisa, una sola foto.
Tratar de decir del horror, viniendo del país de los espantos es algo que
alguna vez ya hemos intentado. Probar de nuevo. Buscar en los libros, sé que
las palabras deben andar por algún lado. Buscar con los dedos ávidos en el
teclado. Buscar con los ojos de mirar desacostumbrados. Buscar esas palabras
nudos que nos están ahogando.
Femicidio. Así se llama, así debemos nombrarlo.
Aunque cuando escribo esta palabra, como bien me lo hizo notar mi sobrina
Luciana, aparece el subrayado, señalando el error en mi pantalla.
Femicidio o feminicidio. Así se dice. A fin de cuentas, el subrayado en rojo lo
remarca, lo potencia, nos otorga la fuerza que necesitamos para
pronunciarlo.
Soledad, Daniela, Sandra, Irma, Alejandra.
Jóvenes nombres de mujeres jóvenes.
Doscientos siete nombres, en nuestro país, solamenteel año pasado.
Femicidio, que ser mujer a veces nos cuesta demasiado caro.
Violadas, abusadas, maltratadas, mutiladas.
El cuerpo se hace prisión, se torna dócil objeto del amo.
Pariente cercano, o quizás lejano. Marido, novio, vecino, desconocido.
Hombres educados en un sistema que de chiquitos les enseñó a ser amos.
Niñas muñecas arrulladas, aconsejadas sabiamente porabuelas, madres, tías:
“No desates la ira del padre cuando viene cansado.
No busques el enojo del marido cuando regresa a la casa alcoholizado.
Aunque no quieras, no le digas que no esta noche, ni mañana, ni pasado.
Obedece. Somete tu cuerpo, tu idea, tu pulso, tu latido, tu deseo.
Ah! Y no hables con extraños.”
Doscientas siete mujeres asesinadas. Crímenes pasionales, muchos de ellos
fueron así rotulados.
La forma de nombrar el mundo es la forma de entenderlo, de vivirlo, de
padecerlo o de transformarlo.
La forma de nombrar lo que nos pasa cuando hablamos con la vecina de al
lado.
Si el crimen es pasional está atenuado, justificado. Como en una tragedia
griega donde se debe morir por el imperio de las pasiones. Y todos sabemos bien
que cuando el destino llama, llama. No hay fuerza humana que lo pueda torcer.
Tragedias y destinos anticipados que venimos heredando desde la Grecia Clásica.
Denunciar lo que esconden las palabras, crear nuevas cuando no nos alcancen
para romper los moldes de un sistema injusto, desigual, donde se legitima la
explotación del hombre por el hombre y la sumisión de la mujer al hombre.
Las estadísticas hablan, y detrás del femicidio, la impunidad cabalga.
Elena denunció haber sido atacada por el asesino de Alejandra, hace quince años
atrás. Hubo denuncia, no hubo condena. ¿Cuántos kilómetros separan a Córdoba
deSanta Fe?
Cómo se ve no es una cuestión de distancia.
La impunidad nos mata.
La violencia contra las mujeres y las niñas y niñosdebe ser cuestión de Estado.
Ahí cuando lo doméstico se hace invisiblemente político. Asunto de todos. Cosa
pública, materia de Derechos Humanos.
Es urgente profundizar políticas, crear leyes, hacer campañas, prevenir, educar
desde temprano.
Los maestros de la provincia estamos de luto.
Como educadores, desde las escuelas, desde el dolor y la bronca que la muerte
de Alejandra nos causa, tenemos que animarnos a decir, a buscar juntos las
palabras, para conjurar el horror.
Subrayada con rojo sangre aparece la palabra femicidio en la pantalla. Ampliar
el vocabulario, dirían las viejas maestras. Hoy puede ser una forma necesaria
de ponerle nombre al espanto.
Libros publicados
No pude encontrar el dientito de Ignacio todavía, porque fui a la escuela, pero me entretuve leyendo sus cuentos, Seño....digale al portero que no pase la escoba todavía.
ResponderEliminarGracias. La saludo muy atentamente.
Ratón Perez.