Marquitas
Por: Mariana Caballero. Fue maestra de grado, actualmente profesora en Ciencias de la Educación en el Normal Nº 1 y en el Instituto Nº 28 "Olga Cossettini", ambos de Rosario.
Un día me cansé. La puerta del salón se abría a cada rato en ese tercer grado, y decidí tomar, como maestra, una medida pequeña pero reveladora.
Ante cada interrupción de mi clase haría una marquita en el pizarrón. Uno de esos palotes con que los chicos hacen las sumas en la hoja de atrás de su cuaderno. La cosa pintaba por el lado de la curiosidad. ¿Cuántas malditas veces, cuántas miles estaban entrando a mi clase?
La cuestión fue que las marquitas se fueron sumando en el pizarrón verde del grado.
• Permiso ... Le traigo la leche a los chicos...
• Seño, alguno me puede prestar una tijerita que no
tengo?
• La planilla de vacunas ¿ la tenés preparada? ...
• Para la cooperadora, ¿alguien trajo algo?
• Seño ¿ hay zapatillas para los chicos?
En el transcurso de un día las huellas de tiza llegaron a doce y ahí si, mirándolas, objetivadas, me autoricé a pensar que era demasiado. Que en verdad la interrupción fragmentaba la tarea intelectual y volvía intermitente el ímpetu de educar. La salud abría la puerta, la comida interrumpía, la pobreza metía la cola ... Esos trazos inocentes en medio del verde pizarrón traducían el abandono del Estado y la invasión que sufre la escuela a manos de otras necesidades urgentes sobre el tiempo destinado a enseñar y aprender.
Cuando la Ministra, el gobernador o algunos periodistas que conocemos bien ponen gritos en el cielo por el tiempo perdido por las luchas docentes, deberíamos invitarlos a nuestras aulas a ver cuantas veces las puertas se abren para cubrir solidariamente lo que ellos mismos generan. Cuántas veces y cómo este abandono del Estado sobre sus ciudadanos más desprotegidos atraviesa las horas de clase invadiendo el tiempo pedagógico para convertirlo en un tiempo de lucha por enseñar. Porque no son los maestros los que generan la mayor pérdida de tiempo escolar sino el gobierno cada día, cuando marca a nuestros alumnos con la huella de la pobreza, el hambre y el desamparo, pretendiendo luego, que una sola institución contenga ese dolor social. Los docentes con cada huelga luchamos contra esas marcas. Y tenemos muy claro que no son tenues huellas de tiza.
Hola. Me encantó. Lo voy a compartir en mi facebook. Gracias
ResponderEliminarMirta Sabattier. Suteba Matanza
Recien lo veo¡ qué lindo¡ gracias
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